El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León (TSJCyL) ha desestimado el recurso de apelación presentado por el ex capellán de la Iglesia de Las Angustias de Valladolid, Óliver Fernández López, de 41 años. Ha confirmado la condena a tres años de prisión por un delito de ciberacoso sexual en concurso real con otro delito de abuso sexual a una menor de 13 años de origen rumano, que mendigaba con su madre.
La Sala de lo Civil y Penal del TSJCyL, con sede en Burgos, ha fallado en segunda instancia y ha confirmado por ello la sentencia impuesta contra el ex párroco a primeros del pasado mes de febrero, según fuentes del órgano judicial.
En concreto, el tribunal condenó al religioso a un año de prisión por el delito de ciberacoso y a dos años por abuso sexual a una menor de 16 años –el Ministerio Fiscal pedía cuatro por abuso y corrupción de menores–, junto con su inhabilitación especial para cualquier profesión u oficio, sea o no retribuido, que conlleve contacto regular con menores, por tiempo de 13 años de cumplimiento simultáneo.
También procedió a imponer al acusado la prohibición de acercarse a la menor a una distancia no inferior a 500 metros durante 10 años, como el comunicarse con ella por cualquier medio y por el mismo tiempo.
Se impuso igualmente al acusado la medida global de libertad vigilada durante seis años, después de la duración de la pena privativa de libertad, junto con la prohibición de desempeñar determinadas actividades que puedan ofrecerle o facilitarle la ocasión para cometer hechos delictivos de similar naturaleza y la obligación de realizar un curso de educación sexual.
El fallo no da crédito a las excusas del religioso, quien, en el acto del juicio oral, en el que tan sólo respondió a las preguntas de su abogado, enmarcó el material que envió a la denunciante vía «whatsapp» en un mero «juego sexual» e incluso acusó a la menor de engatusarle para luego someterle a chantaje con su madre y una tía.
Meros flirteos
El condenado únicamente reconoció haber flirteado con la menor en lo que calificó como un mero «juego sexual» que mantuvo con la niña rumana a través de los «whatsapp» que la enviaba al teléfono móvil de su madre y que acostumbraba a utilizar la menor.
Óliver Fernández explicó que la relación con la niña se inició a finales de diciembre de 2019, ya que ésta acostumbraba a merodear por la parroquia junto a su madre para pedir limosna. Pero sin que, en momento alguno, como así ha reiterado, llegara a estar a solas con la menor y mucho menos mantuviera con ella contacto físico, pues siempre en esos tres o cuatro encuentros mantenidos a las puertas del templo estuvo presente su progenitora y la gente que transitaba por la calle.
Apuntó que cuando la menor comenzó a pedirle que le mandara algún vídeo subido de tono en el que apareciera su cara «perfectamente identificable» no se percató de que lo pretendido por ella y su familia, en referencia a la madre y una hermana de ésta, no era otra cosa que obtener una prueba para luego someterle a chantaje.
En esa relación vía «whatsapp», el religioso envió a la menor sendos vídeos grabados en su baño, uno el 28 de diciembre de 2019 en el que aparece en paños menores tocándose las partes, aunque sin mostrar la cara, y un segundo en enero de 2020 en el que sí se le identifica perfectamente y en cuyas imágenes se le ve cómo se quita lentamente la ropa y se queda en calzoncillos, para luego sacarse el pene y masturbarse hasta eyacular.
Fortuito e involuntario
Durante su declaración, Óliver Fernández, reconoció que el 2 de enero de 2020, a las puertas del templo el 2 de enero de 2020, llegó a tocar el culo a la menor en presencia de su madre, pero alegó en su descargo que lo hizo de forma «fortuita, involuntaria».
Así, el religioso relató que tras ese encuentro se disponía a despedirse de madre e hija y que, después de dar un beso a la primera y acercarse a la segunda para hacer lo propio, puso a ésta la mano en la espalda, pero se le fue al culo.
120.000 euros para una casa en Rumanía
En esa tesis de que todo lo ocurrido se enmarca en una especie de conspiración de la niña y su familia para pillarle en un renuncio y luego sacar tajada, el ex capellán sostuvo que la iniciativa de los mensajes y petición de encuentros fue de la menor, que en un momento dado le comunicó que una tía había visto los «whatsapp» y se lo había contado a su madre.
Fue a partir de ese momento cuando, tal y como mantuvo el acusado, las tres mujeres comenzaron a someterle a chantaje para no denunciar los hechos ante la policía.
«Creo que la niña actuó guiada por la madre o por la tía, tengo esa convicción, de que todo estaba pensado de antemano, sobre todo por la insistencia de que se me viera la cara en los vídeos que mandaba», insistió Fernández, quien declaró que las tres mujeres de nacionalidad rumana, a cambio de su silencio, le pidieron 120.000 euros para comprarse una casa en Rumanía.
«Recuerdo la expresión en boca de la tía, que era la que llevaba la voz cantante, de que si no accedía a sus pretensiones me iban a denunciar y que iba a pasar 13 años en la cárcel», aseguró el ex capellán, hoy apartado de su tarea y en situación de «vigilancia eclesial» en su domicilio hasta aclarar lo ocurrido, tanto en vía penal como en la investigación canónica correspondiente.
La versión exculpatoria del religioso respecto de que la iniciativa fue en todo momento de la menor contrasta, sin embargo, con los testimonios realizados en el juicio por distintos agentes de la Policía Nacional que participaron en el volcado del contenido de los tres teléfonos móviles incautados, el de Oliver Fernández el que éste regaló a la niña –no aparece nada relevante– y, fundamentalmente, el de la madre de la pequeña en el que se recibieron los mensajes en diciembre de 2019 y hasta el 9 de enero de 2020.
Todos los agentes, a tenor de los «whatsapp», coinciden en que quien llevaba la iniciativa y la voz cantante era el acusado. «Era él quien en todo momento trataba de quedar en casa de la menor a solas y ella le daba largas», declaró uno de los funcionarios policiales.